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¿Por qué no soy comunista? por Bertrand Russell

A modo de presentación (Platypus, editor del Blog)

Los escritos breves de Bertrand Rusell tienen una capacidad explicativa y sintética prodigiosa, como cabría esperar del un filósofo de la Escuela Analítica. Y en este caso apenas puede el texto adaptarse de manera más precisa que guante a mano: resume y condensa clara y esquemáticamente mi estado de opinión actual y quizá es una de las deconstrucciones más coherente metodológicamente de una ideología que se pretende científica: el Marxismo. Tanto mejor hubiese dispuesto de él en mis años mozos universitarios, pues mi adhesión primera al marxismo, aparte de la inquietud juvenil, se veía reforzada por la casi incuestionada convicción de encontrarme frente a una "ciencia". Tal era el grado de autoseguridad que veía la mentalidad del resto de los mortales no acólitos una estrechez lamentable, fruto de un supuesto 'adoctrinamiento del sistema o de una mezquindad personal irritante. Pero eso fue entonces y de ahí mi actual convicción del grado de enagenación de la universidad y en general el mundo intelectual con la realidad del mundo en que habitan. 


Y no obstante estas palabras volvamos al intelecto; pues poco sospechoso puede ser considerado el autor de derechista político o de oscurantista en el pensamiento y en absoluto de superficial. Y ante la pretensión de cientifismo del marxismo nada más contundente que una de las escuelas que más eficazmente ha realizado un análisis del método científico. Posteriormente recogí los frutos de las manos de Popper y mi crítica se refinó y tornó más penetrante. 

A continuación comentaré los elementos de mayor interés e intentaré enriquecerlos con reflexiones adicionales.

No entra demasiado Russell en los detalles sobre la teoría del valor de Marx: más bien concluye que dicha teoría sería un libelo de mínimo valor científico, escrito con el simple objeto de revestir de apariencia científica sus objetivos políticos. No está en mi ánimo hacer de abogado del diablo de Marx; no considero como probado que Marx no creyese honestamente en su ley del valor, simplemente esta es falsa. No pienso entrar en detalles al detalles al respecto, pues ello daría material para tesis doctorales, simplemente remarcaré que la ciencia económica actual acepta como principio la teoría subjetivista-marginalista del valor que permite explicar más hechos económicos. Pero, sin necesidad de entrar en detalle sobre un ángulo de análisis sobre los que me considero un principiante, mi sentido común pone dos graves carencias a esa teoría: la minusvaloración absoluta de la acción empresarial, que es absolutamente necesaria en la sociedad "real" (quizá no en la "ideal" de Marx), así como de la tecnología y el trabajo cualificado del inventor o el técnico.

Diferencia en justicia Rusell entre el programa de Marx y la de sus epígonos Lenin o Stalin. Esa diferencia es real: la "dictadura del proletariado" quedaba en Marx inmensamente indefinida y podría entenderse como una dictadura "de la mayoría" contra "una minoría explotadora". Con mucho que esta resolución no me satisfaga es cierto que la plasmación de dicha dictadura en Lenin es la del "Partido de vanguardia" que se atribuye la representación de "los intereses históricos" de la "clase oprimida". A dicho planteamiento tan solo le va añadir Stalin la purga sistemática y física de cualquier discrepancia en el seno del partido.

Es también objeto de crítica de Rusell el amoralismo, ya presente en Marx, que da vía libre al odio siempre que sirva como combustible para prender la llama de la revolución proletaria. Ese amoralismo sería una consecuencia lógica del pretendido cientifismo del programa "marxista": de nada servirían sentimentalismo y objeciones morales frente a una corriente histórica cuya ley es "tan objetiva como pudiera ser la ley de la gravedad". Sobre este uso capcioso del cientifismo y el desprecio de todo valor humano creo que el dictamen de la historia ha sido mucho más contundente que todos los razonamientos que Bertrand expusiese en la juventud del siglo XX.

Platypus.



¿Por qué no soy comunista? por Bertrand Russell
 
Ante cualquier doctrina política, debemos plantearnos dos cuestiones:

1) ¿Son ciertos sus principios teóricos?
2) ¿La puesta en práctica de esa doctrina es susceptible de incrementar la felicidad humana?


Por lo que a mí respecta, creo que los principios teóricos del comunismo son falsos, y pienso que la práctica de sus máximas aumenta inconmensurablemente la miseria humana. Los principios teóricos del comunismo provienen, en su mayoría, de Marx. Mis objeciones a Marx obedecen a dos motivos: uno, que era una mentalidad confusa; otro, que su pensamiento estaba casi enteramente inspirado por el odio.

La teoría de la plusvalía, con la que se supone demostrar la explotación de los asalariados por el capitalismo, ha sido elaborada gracias a: a) la aceptación subrepticia de la teoría de la población de Malthus, que Marx y todos sus discípulos rechazan explícitamente; b) la aplicación de la teoría ricardiana del valor a los salarios, pero no a los precios de los artículos manufacturados. Marx está completamente satisfecho con el resultado, no porque se amolde a los hechos o porque sea lógicamente coherente, sino porque está calculado para hacer surgir la cólera de los asalariados. La teoría de Marx de que todos los acontecimientos históricos han sido motivados por la lucha de clases hace extensibles, precipitada e inciertamente, a la historia mundial, ciertos rasgos preponderantes de la Inglaterra y la Francia de hace cien años.


Su creencia de que hay una fuerza cósmica, llamada materialismo dialéctico, que rige la historia humana independientemente de la voluntad de los hombres, es mera mitología. Sus errores teóricos no hubieran tenido, sin embargo, tanta importancia, si no hubiera sido porque, como Tertuliano y Carlyle, su principal deseo era el de ver el castigo de sus enemigos, sin tener en cuenta lo que sucediera, en la coyuntura, a sus amigos. La teoría de Marx era bastante mala; pero el desarrollo que ha experimentado con Lenin y Stalin la ha hecho mucho peor. Marx había enseñado que existiría un período de transición revolucionaria, inmediatamente después de la victoria del proletariado en una guerra civil, y que, durante ese período, el proletariado, de acuerdo con la práctica acostumbrada después de una guerra civil, privaría a sus enemigos vencidos del poder político. Este período debía ser el de la dictadura del proletariado.

No se debe olvidar que, en la profética visión de Marx, la victoria del proletariado tendría lugar cuando éste hubiera aumentado hasta llegar a ser la inmensa mayoría de la población. La dictadura del proletariado, por tanto, tal como la concebía Marx, no era esencialmente antidemocrática. En la Rusia de 1917, sin embargo, el proletariado constituía un pequeño porcentaje de la población, y la gran mayoría estaba constituida por campesinos. Se decretó que el partido bolchevique era el sector con conciencia de clase del proletariado, y que un reducido comité, formado por sus dirigentes, era el sector con conciencia de clase del partido bolchevique. La dictadura del proletariado se convirtió, de ese modo, en la dictadura de un reducido comité, y, últimamente, en la de un hombre: Stalin.

Como único proletario con conciencia de clase, Stalin condenó a morir de hambre a millones de campesinos y a trabajos forzados en campos de concentración a otros millones. Incluso llegó a decretar que las leyes de la herencia fueran, a partir de cierto momento, diferentes de lo que solían ser y que el plasma germinal debía obedecer a los decretos soviéticos y no al "fraile reaccionario Mendel". Soy completamente incapaz de concebir cómo es posible que algunas personas, que son tan humanas como inteligentes, puedan encontrar algo que admirar en el inmenso campo de esclavitud que ha creado Stalin.

Siempre he estado en desacuerdo con Marx. Mi primera crítica hostil hacia él fue publicada en 1896. Pero mis objeciones al comunismo moderno son más profundas que mis objeciones a Marx. Lo que yo considero particularmente desastroso es el abandono de la democracia. Una minoría que basa su poder sobre la actuación de la policía secreta no tiene más remedio que ser cruel, opresiva y oscurantista. Los peligros de un poder irresponsable fueron generalmente reconocidos durante los siglos XVIII y XIX; pero, los que han sido deslumbrados por los visibles éxitos de la Unión Soviética, han olvidado todo lo que tuvo que ser dolorosamente aprendido durante la época de la monarquía absoluta, y han retrocedido a lo que había de peor en la Edad Media, con la curiosa ilusión de que se encontraban en la vanguardia del progreso.

Existen signos de que, con el tiempo, el régimen ruso se hará más liberal. Pero, aunque ello es posible, está muy lejos de ser seguro. Mientras tanto, todos los que concedan algún valor, no sólo al arte y a la ciencia, sino a que sea suficiente el pan cotidiano y el estar libre del temor de que una palabra imprudente que sus hijos profieran ante el maestro de escuela les pueda condenar a trabajos forzados en las soledades de Siberia, deben hacer cuanto esté en su poder para que se conserve, en sus países, una forma de vida menos servil y más próspera.

Hay quienes, obsesionados por los males del comunismo, han llegado a la conclusión de que la única manera efectiva de luchar contra esos males consiste en una guerra mundial. Me parece que eso es un error. Tal política podría haber sido posible en alguna ocasión; pero, en la actualidad, la guerra se ha hecho tan terrible y el comunismo ha llegado a ser tan poderoso, que nadie puede decir lo que quedaría del mundo después de una guerra mundial, y lo que quedara sería probablemente tan malo, por lo menos, como el comunismo actual. El resultado de tal guerra no dependerá del que consiga obtener la victoria nominal, si la consigue alguien. Dependerá de los inevitables efectos de la destrucción en masa producida por las bombas de hidrógeno y de cobalto y, quizá, por epidemias ingeniosamente propagadas.

La manera de combatir al comunismo no es la guerra. Lo que necesitamos, además de armamentos capaces de disuadir a los comunistas de atacar al Occidente, es la disminución de las razones del descontento en las partes menos prósperas del mundo no comunista. En la mayoría de los países de Asia existe una miseria abyecta que el Occidente debería aliviar, en la medida de sus posibilidades. Existe también una gran amargura, ocasionada por los siglos de dominación insolente de los europeos en Asia. Esto debería resolverse con la combinación de un tacto paciente con grandes anuncios de la renuncia a tantas reliquias de la dominación blanca como existan todavía en Asia. El comunismo es una teoría que se alimenta de la pobreza, del odio y los conflictos. Su propagación sólo puede ser detenida por medio de la disminución del área donde reinan la pobreza y el odio.

Comentarios

  1. Casualmente, Bertrand Russell se puede considerar un gran filósofo en los países de cultura anglosajona. Definitívamente, un pésimo opinador de economía y política para el resto del mundo.

    Una crítica al escritor de la nota. Si va a decir que algo es falso, detallando que no quiere explicar el por qué, eso lo convierte en un falaz.

    Bueno, aparte de eso. Me siento dichoso de ser el primer comentario ¡Por fiiiiiin!

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    1. Es una satisfacción siempre que me dejéis comentarios.

      Yo creo, que si digo que algo es falso, es porque yo lo creo así, lo cual es un suceso mental. Si no incluyo la explicación, simplemente, limito mi capacidad para persuadir a la gente de ello. Pero no soy falaz. En todo caso, siempre puedo remitir al lector a otro artículo o bibliografía en general. En ese caso la incluiré.

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    2. Aparte no dejo de sugerir unas ideas en el texto. "Pero, sin necesidad de entrar en detalle sobre un ángulo de análisis sobre los que me considero un principiante, mi sentido común pone dos graves carencias a esa teoría: la minusvaloración absoluta de la acción empresarial, que es absolutamente necesaria en la sociedad "real" (quizá no en la "ideal" de Marx), así como de la tecnología y el trabajo cualificado del inventor o el técnico"

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  2. Tugan Baranowsky. Los fundamentos económicos del marxismo. Sección segunda y tercera.
    Tengo un pdf ya que es escaneado de un libro de 1915.

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  3. Disculpe, me gustaría saber si su contenido es de libre uso.
    Ya que me agradaría usarlo como un medio de referencia en un proyecto escolar.
    ¡Un saludo!

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  4. El contenido es de libre uso, siempre que mencione la fuente, por supuesto. Me gustaría que me informara de dicho proyecto. Me alegra que sea de su interés el blog. Gracias.

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  5. https://lingorab.blogspot.com/2020/06/era-marx-cientifico.html?m=1&zx=d9c3f58738f57379

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    1. La primera respuesta sencilla que se me ocurre es la siguiente: si bien la descripción de la sociedad capitalista tiene trazas de verosimilitud, las soluciones aportadas por Marx no se han visto constatadas por la historia. El llamado "socialismo real" ha fracasado, sobre todo si lo contrastamos con el programa inicial de una sociedad sin clases, sin fronteras, sin estado, etc. Las alternativas críticas al "socialismo real", por otra parte (trotskismo, comunismo de izquierdas italiano o germano-holandés, etc.) han derivado en minorías, con una tendencia innata a la división y sin capacidad real para crear movimientos de influencia.

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  6. ¿Era Marx un científico? No, claro que no, en el sentido de Popper, Bertrand Russell, o el círculo de Viena. Pero, hay que entender, Marx no respondía a esos criterios cientificistas, dogmáticos y anticientíficos. La ciencia a la que Marx suscribía era dialéctica, antropológica y ética. El fin último de la ciencia como la entendió Marx consiste en desvelar o develar el ser que se esconde en sus apariencias. La ciencia moderna se pierde, no en vano ciertamente, pues las contribuciones que ha hecho, sobre todo en el terreno práctico, son, sin duda, innegables y beneficiosas hasta cierto punto, en las apariencias, en lo óntico, y olvida, el fundamento, el ser.
    https://lingorab.blogspot.com/2020/06/era-marx-cientifico.html?m=1

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