El pasado día 10 prometí a los lectores un análisis sobre la nueva situación política abierta tras la abdicación del rey D. Juan Carlos I en favor de D. Felipe VI. Con la demora queda poco que no se haya dicho y no podré evitar repetir algunos argumentos que no por manidos dejan de participar del sentido común que reivindico. Y de paso, aportaré ideas sobre la dificultad para la actual sociedad de articular instituciones y realidades ajenas a la "razón absoluta" ilustrada, sociedad a su vez postmoderna que no duda zambullirse en el pantano de los instintos más bajos en forma de telebasura o fanatismo futbolero.
Argumento ya manido, lo principal para mí no es si un régimen tiene una forma republicana o monárquica, lo principal es que sea un régimen democrático constitucional, lo más transparente y participativo posible, en que el control ciudadano de las instituciones, el imperio de la ley y la separación de poderes limiten el uso despótico de éste. Y es en ese contexto donde germinan las naciones más desarrolladas, cultas y avanzadas. Eso se puede manifestar tanto en monarquías occidentales (Noruega, Suecia, Holanda, Reino Unido, Canada), como en Repúblicas como USA, Francia o Alemania.
En contraste con cualquier visión estatista, ya de raiz jacobina o marxista, pienso que la organización estatal no es ningún reflejo de una idea universal en la tierra; es un régimen temporal y terrenal y, por tanto, contingente cuyo fin es el de asegurar la convivencia de personas concretas (no "hombres nuevos" idealizados) de carne, hueso y libres. Para constituir el estado legítimo, pues, y no podemos renunciar a instituciones que a nivel histórico se han mostrado eficientes y pragmáticas.
De este modo, renunciar a la tradición como instancia reguladora no deja de ser un prejuício, aunque a los racionalistas absolutos les irrite profundamente el que la tradición pueda aportar algo de valor, pecan de una gran ingenuidad al no reconocerse como parte de una "tradición racionalista", una de las más fecundas de la historia, pero no por ello menor tradición que muchas otras, ligada a personas concretas que hacen su historia en unas circunstancia personales, con sus caprichos y falibilidades junto, a vez, con talento e ingenio. Esta idea que articula Popper de forma más trabada y sistemática en "Conjeturas y refutaciones", no deja de ser rasgo distintivo de una liberalismo de raíz anglosajona; para nada jacobino.
Y es no solamente la Caída de Muro, sino toda la experiencia, en especial, del siglo XX la que me sitúa en esta linea. Definitivamente, el Muro cayó encima no solo de los revolucionarios del siglo pasado sino además contra aquel sector mecanicista de la Ilustración que quería transformar al ser humano en un mecanismo ilimitadamente mejorable mediante ingeniería social, de forma que conceptos tales como dignidad humana, libertad, verdad... perderían todo su significado pleno. Quiero decir que cayó encima de Rousseau, de Diderot, de D'Alembert y todavía quedan ladrillos para caer sobre la cabeza de algún integrista, ya de mercado, ya estatalista, que transforma al hombre en mero objeto.
Acabada esta digresión, volvamos a la segunda parte de un argumento que no por repetido deja de ser cierto; el modelo de República que propone la izquierda real, no es simplemente una República, en el mejor de los casos lleva aparejado un pensamiento mágico, de democracia ilimitada, de nivelación social absoluta que se asocia con una Segunda República idealizada, que no fue nada de esto en absoluto. En otros casos, más minoritarios, pero menos ambiguos, República significa una suerte de República Bolivariana, Cuba u otras "Democracias Populares"de ingrato recuerdo. Ni decir tiene que todo este estado de opinión, mezclado con ideas utópicas y ensoñaciones, contiene un núcleo duro verdaderamente ponzoñoso y que no conviene alimentar.
No podemos excluir que en la génesis de este cambio de opinión está la crisis económica que nos azota que ha puesto de manifiesto una crisis política y moral de mayor relieve. La clase política esta seriamente cuestionada y no iba a ser menos con la cabeza simbólica de todas las instituciones del país. Pero como razonaré más adelante, el cambio de monarquía a república no arregla el problema por si mismo.
Esta de moda hablar de la "casta" y esa expresión no es privativa de una determinada formación política. ¿Qué entiendo por "casta", aclarando que no es sinónimo del concepto marxista de "burguesía"?. Este grupo reducido sería el modelo de élite hegemónica en países, con escasa tradición de mercado y si de "capitalismo de amiguetes" o corporativo. Se la podría calificar como también "oligarquía" o incluso como "burguesía de estado". No solo incluiría a la "casta política" partitocrática, sino a los mismos sindicatos mayoritarios y a toda la red de compadreo puesta en contacto entre si por la puerta giratoria, lo cual nos lleva a su intima conexión con un capitalismo financiero, que a su vez tiene presencia en los consejos de administración de muchas grandes empresas oligopolistas, medios de comunicación etc.
Sin idealizar a otros países, pero aquellos más avanzados tienen, en principio, un mayor grado de control de su clase política, a su vez que la competencia otorga recursos a los proyectos más avanzados. Esto siempre, es relativo, recordemos el discurso del presidente Eisenhower sobre el "complejo militar-industrial". En nuestro caso la hegemonía de este tipo de cultura castiza e improductiva es asfixiante para cualquier iniciativa o creatividad.
¿Pero no lleva mi argumentación a un cuestionamiento frontal de la monarquía? No, necesariamente. Una república simplemente situaría a un político en la jefatura del estado, lo cual no provoca necesariamente ningún cambio adicional en el fundamento cultural, político o económico del país. Si tomamos como modelo una República Parlamentaria, es una mayoría cualificada del Parlamento quien elige el cargo entre una lista de políticos de renombre que gocen de un relativo respeto entre diferentes fuerzas políticas de la cámara. Así fue en la Segunda República, con el liberal católico Alcalá Zamora o posteriormente, con más tendenciosidad el Sr. Azaña. Así ocurre en Alemania o Italia. Lo fundamental es que dicho cargo simbólico, elegido por consenso entre políticos en un contexto de corrupción y falta de credibilidad no iba a cambiar necesariamente la esencia del régimen. Son necesarios cambios más profundos, a nivel incluso de la sociedad civil y de nuestras prácticas cotidianas, que en ocasiones reforzadas por la pereza intelectual, la autoindulgencia y el gregarismo de un pueblo que también necesita estar a la altura de las circunstancias: ser Demos y no Plebs.
Finalmente, cabe agradecer, con todos sus errores y limitaciones impuestos por las circunstancias, a su Majestad el Rey Juan Carlos y reafirmar mis deseos de éxito con su majestad nuevo Rey Felipe VI. Así como el primero a pesar de su contribución a la democracia e incorporar España al mundo libre, fue incapaz de contribuir a superar todas las miserias del corporativismo, el capitalismo de amiguetes, etc. espero que el segundo pase a simbolizar una gran renovación, que nos convierta en una sociedad homologable a las más prósperas y cultas de Europa.
Platypus.
Parlamento Británico. ¡Rule Britannia! Una de las referencias en avance cultural e instituciones plurales e inclusivas |
De este modo, renunciar a la tradición como instancia reguladora no deja de ser un prejuício, aunque a los racionalistas absolutos les irrite profundamente el que la tradición pueda aportar algo de valor, pecan de una gran ingenuidad al no reconocerse como parte de una "tradición racionalista", una de las más fecundas de la historia, pero no por ello menor tradición que muchas otras, ligada a personas concretas que hacen su historia en unas circunstancia personales, con sus caprichos y falibilidades junto, a vez, con talento e ingenio. Esta idea que articula Popper de forma más trabada y sistemática en "Conjeturas y refutaciones", no deja de ser rasgo distintivo de una liberalismo de raíz anglosajona; para nada jacobino.
Y es no solamente la Caída de Muro, sino toda la experiencia, en especial, del siglo XX la que me sitúa en esta linea. Definitivamente, el Muro cayó encima no solo de los revolucionarios del siglo pasado sino además contra aquel sector mecanicista de la Ilustración que quería transformar al ser humano en un mecanismo ilimitadamente mejorable mediante ingeniería social, de forma que conceptos tales como dignidad humana, libertad, verdad... perderían todo su significado pleno. Quiero decir que cayó encima de Rousseau, de Diderot, de D'Alembert y todavía quedan ladrillos para caer sobre la cabeza de algún integrista, ya de mercado, ya estatalista, que transforma al hombre en mero objeto.
Acabada esta digresión, volvamos a la segunda parte de un argumento que no por repetido deja de ser cierto; el modelo de República que propone la izquierda real, no es simplemente una República, en el mejor de los casos lleva aparejado un pensamiento mágico, de democracia ilimitada, de nivelación social absoluta que se asocia con una Segunda República idealizada, que no fue nada de esto en absoluto. En otros casos, más minoritarios, pero menos ambiguos, República significa una suerte de República Bolivariana, Cuba u otras "Democracias Populares"de ingrato recuerdo. Ni decir tiene que todo este estado de opinión, mezclado con ideas utópicas y ensoñaciones, contiene un núcleo duro verdaderamente ponzoñoso y que no conviene alimentar.
No podemos excluir que en la génesis de este cambio de opinión está la crisis económica que nos azota que ha puesto de manifiesto una crisis política y moral de mayor relieve. La clase política esta seriamente cuestionada y no iba a ser menos con la cabeza simbólica de todas las instituciones del país. Pero como razonaré más adelante, el cambio de monarquía a república no arregla el problema por si mismo.
Esta de moda hablar de la "casta" y esa expresión no es privativa de una determinada formación política. ¿Qué entiendo por "casta", aclarando que no es sinónimo del concepto marxista de "burguesía"?. Este grupo reducido sería el modelo de élite hegemónica en países, con escasa tradición de mercado y si de "capitalismo de amiguetes" o corporativo. Se la podría calificar como también "oligarquía" o incluso como "burguesía de estado". No solo incluiría a la "casta política" partitocrática, sino a los mismos sindicatos mayoritarios y a toda la red de compadreo puesta en contacto entre si por la puerta giratoria, lo cual nos lleva a su intima conexión con un capitalismo financiero, que a su vez tiene presencia en los consejos de administración de muchas grandes empresas oligopolistas, medios de comunicación etc.
Sin idealizar a otros países, pero aquellos más avanzados tienen, en principio, un mayor grado de control de su clase política, a su vez que la competencia otorga recursos a los proyectos más avanzados. Esto siempre, es relativo, recordemos el discurso del presidente Eisenhower sobre el "complejo militar-industrial". En nuestro caso la hegemonía de este tipo de cultura castiza e improductiva es asfixiante para cualquier iniciativa o creatividad.
¿Pero no lleva mi argumentación a un cuestionamiento frontal de la monarquía? No, necesariamente. Una república simplemente situaría a un político en la jefatura del estado, lo cual no provoca necesariamente ningún cambio adicional en el fundamento cultural, político o económico del país. Si tomamos como modelo una República Parlamentaria, es una mayoría cualificada del Parlamento quien elige el cargo entre una lista de políticos de renombre que gocen de un relativo respeto entre diferentes fuerzas políticas de la cámara. Así fue en la Segunda República, con el liberal católico Alcalá Zamora o posteriormente, con más tendenciosidad el Sr. Azaña. Así ocurre en Alemania o Italia. Lo fundamental es que dicho cargo simbólico, elegido por consenso entre políticos en un contexto de corrupción y falta de credibilidad no iba a cambiar necesariamente la esencia del régimen. Son necesarios cambios más profundos, a nivel incluso de la sociedad civil y de nuestras prácticas cotidianas, que en ocasiones reforzadas por la pereza intelectual, la autoindulgencia y el gregarismo de un pueblo que también necesita estar a la altura de las circunstancias: ser Demos y no Plebs.
Finalmente, cabe agradecer, con todos sus errores y limitaciones impuestos por las circunstancias, a su Majestad el Rey Juan Carlos y reafirmar mis deseos de éxito con su majestad nuevo Rey Felipe VI. Así como el primero a pesar de su contribución a la democracia e incorporar España al mundo libre, fue incapaz de contribuir a superar todas las miserias del corporativismo, el capitalismo de amiguetes, etc. espero que el segundo pase a simbolizar una gran renovación, que nos convierta en una sociedad homologable a las más prósperas y cultas de Europa.
Platypus.
Gran ejemplo del doctrinarismo liberal de nuestro tiempo. Hechas las presentaciones, recoge velas y se arrodilla respetuosamente ante la autoridad.
ResponderEliminarEl "formalismo" del sentido común liberal: ningún interés en analizar la realidad de las monarquía actual, institución que concentra los intereses del poder estatal y de los negocios capitalistas.
Doblemente triste, viniendo de un exizquierdista...
Vamos a ver, si ese artículo lo hubiese publicado ahora no hubiese sido tan ingenuo, pero me mantengo en la idea general.En la actualidad mantengo una gran suspicacia y desconfianza hacia personajes, como el actual rey emérito y campechano, que han sido un fraude personal. Pero, una monarquía constitucional puede cubrir sobradamente el anelo de bienestar en una sociedad europea avanzada, como los ejemplos lo demuestran. Por otra parte, en el mundo existen muchas clases de repúblicas (populares, islámicas, socialistas...) que son la antítesis de libertad y bienestar y que para colmo el poder estatal que a su vez detenta el económico hace plegar la rodilla.
ResponderEliminarSupongo que sabes la diferencia entre "autorictas" y "despotas", yo me arrodillo respetuosamente ante la auténtica autoridad (la que se gana con respeto y coherencia): la virtud, la sabiduría, la transcendencia, el bien y la belleza. Ante cualquier poder civil solo mantengo una confianza crítica (me refiero a representantes, gobernantes y fuerzas de la ley). Y por supuesto, si soy crítico con los gobernantes actuales, no lo voy a ser menos con todos los pensadores que me ofrecen una humanidad ideal. Gente como Stalin, Mao y cia. no solo no me ofrecen respeto, sino mi más profunda repugnancia. Son el "despotas" y no la "autorictas".
En fin, mi querido interlocutor anónimo, ahí dejo por el momento la respuesta, puesto que me quedan otras partes por tratar. Prometo futuras entradas.