Lino Camprubí nació en Madrid en 1981
Lino
Camprubí cursó estudios de doctorado en las universidades de Sevilla y
de Cornell y en 2011 se doctoró en la Universidad de California, Los
Angeles. Es autor de Engineers and the Making of the Francoist
Regime(Cambridge, Mass.: The MIT Press, 2014) y de un buen número de
artículos en revistas especializadas de historia de las ciencias y las
técnicas. Fue investigador post-doctoral en la Universidad Autónoma de
Barcelona y profesor invitado en la Universidad de Chicago. Desde el
2014 es Investigador Doctor en el Instituto Max Planck de Historia de la
Ciencia, Berlín.
Se incorporó a TEUS a través de la Universidad Autónoma de Barcelona
a principios de 2012. Como parte de TEUS, se esfuerza por situar la
investigación geológica, geofísica y oceanográfica española en un amplio
contexto transnacional de la Guerra Fría. En particular, analiza la
colaboración internacional en la prospección de uranio, el lugar de los
fosfatos en el fracasado proceso de descolonización en el Sáhara
Occidental y la oceanografía en la Estirpe de Gibraltar.
Ha presentado los primeros resultados de esta investigación en una
serie de conferencias y conferencias invitadas en Manchester (Guerra
Fría, Planeta Azul, 2012), Atenas (ESHS, 2012), Lisboa (La ciencia
alemana en el sur de Europa, 2012 y Shaping Landscapes, Building
Expertise , 2013), Oviedo (Fundación Gustavo Bueno) y Barcelona (CEHIC).
El siguiente artículo se publica en Investigación y Ciencia.
Los científicos e ingenieros de Franco
La historia de la ciencia y la tecnología transforman lo que sabíamos hasta ahora sobre la construcción del Estado franquista.
En
1936, Álvaro de Ansorena, ingeniero agrónomo y director de la Estación
Experimental Arrocera de Sueca, en Valencia, amplió la Estación para
alojar un nuevo laboratorio de genética. En él hibridaban granos de
arroz de distintas variedades con la esperanza de obtener plantas
mejoradas, más resistentes o productivas. Si bien la actividad del
laboratorio era científicamente modesta, en las décadas siguientes la
Estación dominaría las publicaciones sobre genética y variedades de
arroz en España.
¿Ciencia aplicada?
Nuestro mundo actual está atravesado
por aparatos técnicos y teorías científicas. Los imperios y Estados que
perecieron, aparecieron o se transformaron en el sigloxx lo hicieron en
contextos productivos y geopolíticos imposibles de entender sin hacer
referencia a la ciencia y la tecnología. Sin embargo, persiste la brecha
entre la historia de la ciencia y las historias generalistas,
políticas, económicas o diplomáticas. Con todo, si ampliamos el foco de
estudio más allá de innovaciones y descubrimientos, y más allá de las
universidades punteras de países ricos, tal vez podremos desentrañar el
lugar de la investigación en las sociedades del presente.
En su contribución a The Routledge handbook of the political economy of science, el
historiador David Edgerton pone la España de Franco como ejemplo de
imbricación entre ciencia y economía política. Pero el vínculo vale para
cualquier país industrializado o en vías de industrialización: el
grueso de la investigación científica y tecnológica de la segunda mitad
del sigloxx estuvo dirigida a proyectos de urgencia económica, social o
militar. Despreciar esto como «ciencia aplicada» o políticamente
dirigida sería olvidar que los complejos militar-industriales han
propiciado el desarrollo de nuevos campos y hallazgos tanto o más como
se han basado en la aplicación de teorías ya existentes.
La transformación de España: Autarquía y Guerra Fría
La transformación de España: Autarquía y Guerra Fría
¿Cuál fue el papel de la investigación
científica en la conformación del régimen franquista y en la
construcción del Estado? Esta pregunta solo se puede responder desde el
pluralismo científico y político, dos premisas compartidas por muchos
autores del presente y sistematizadas en el materialismo filosófico
propuesto por Gustavo Bueno: la respuesta variará según la disciplina y
el período o sector político del franquismo que elijamos. Tanto «el
franquismo» como «la ciencia» son abstracciones que encubren realidades
heterogéneas y cuyas partes están en contacto pero no en armonía. No
cabe la brocha gorda. Hay que analizar al detalle casos concretos como
el descrito más arriba.
Otros ejemplos arrojan resultados inesperados
sobre las ideas más comunes acerca de la industrialización y el
nacionalcatolicismo. Muchos han señalado que el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas recibió la influencia del Opus Dei a través
de José María Albareda y otros colaboradores. Pero la metodología aquí
propuesta le da la vuelta a ese planteamiento y nos lleva a preguntarnos
por el papel de científicos como Albareda o arquitectos como Miguel
Fisac en la consolidación y evolución del Opus Dei y de la ideología
nacionalcatólica. En El concepto cristiano de la autarquía (1938), el
físico, ingeniero y sacerdote jesuita J. A. Pérez del Pulgar explicaba
el vínculo entre investigación y catolicismo nacional: para realizar el
ideal católico de sociedad política hace falta independencia económica
y, en tiempos de monopolio imperial de recursos, un país de tamaño medio
como España debe volcarse en la investigación científica y tecnológica
orientada a la producción y sustitución de importaciones. La conexión
entre catolicismo e investigación tomó formas muy concretas en la
relación física entre laboratorios e iglesias, en la arquitectura
moderna y en el diseño y construcción de poblados de colonización. Como
consecuencia de esta coevolución, podemos decir que la autarquía y la
ideología nacionalcatólica eran científicas y tecnológicas, y no meras
guías o moldes externos para las ciencias y las técnicas.
El ideario autárquico e industrializador tuvo
entre sus promotores más enérgicos al ingeniero militar Juan Antonio
Suanzes y al ingeniero de caminos Eduardo Torroja Miret. El contraste no
podía ser mayor. El político totalitario frente al técnico mundialmente
reconocido por sus obras y pensamientos acerca de la estética
arquitectónica moderna. Sin embargo, fueron colaboradores muy estrechos
en diversos proyectos, desde el laboratorio de Costillares en Madrid
hasta la construcción de un sistema de presas en el río Noguera
Ribagorzana en los Pirineos, pasando por proyectos de normalización de
materiales y racionalización del trabajo que supusieron el paso del
Estado corporativo al regulador y los primeros pasos de la integración
tecnológica europea. Ambos lucharon contra otros ingenieros poderosos
por ganar el favor de políticos e inversores y llevar a cabo sus
proyectos técnico-políticos. Las élites, enmarcadas en grupos de
intereses, pugnaban por decidir a qué dedicar el agua de los pantanos o
qué tipo de energía favorecer. En dictadura, y también en democracia,
las discusiones técnicas a menudo encierran decisiones políticas de
relevancia crucial para la vida de las naciones.
Los científicos e ingenieros que construyeron
el franquismo formaban parte de comunidades internacionales más amplias
que, a veces, favorecían el éxito de sus proyectos domésticos y otras
los convertían en diplomáticos informales. El biólogo José María
Valverde y otros promovieron el Parque Nacional de Doñana frente a
intereses arroceros y forestales con la ayuda de ingleses de la UNESCO y
el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) de la talla de Julian Huxley.
Algo tan crucial como los pactos hispanoamericanos de 1953 cobra pleno
sentido atendiendo a la geoestrategia detrás de la tecnología
aeronáutica y submarina, y la evolución del conflicto de Gibraltar
adquiere un nuevo significado cuando se analiza desde la lucha
antisubmarina y se atiende a la relevancia militar de la oceanografía
física durante la Guerra Fría.
Un último ejemplo de la importancia de las
ciencias para las relaciones internacionales son los famosos fosfatos
del Sahara español: técnicos españoles, marroquíes, franceses y
estadounidenses entraron en negociaciones intensas y secretas en las que
los cálculos geológicos y económicos sobre el suculento mercado de
abonos podían decidir cuestiones de soberanía.
El debate ya no puede ser si hubo o no ciencia y tecnología en el
franquismo, sino hasta qué punto la historia de la ciencia y la
tecnología transforman lo que sabíamos hasta ahora sobre la historia de
aquel período.
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