1. Las ‘cadenas humanas’ y todo tipo de movilizaciones similares no tienen por lema la ‘autodeterminación individual’, sino la ‘nacional’. Los manifestantes se mueven en el paradigma ideológico defendido por un nacionalismo catalán que tiene el poder en las instituciones, medios de comunicación y enseñanza y que en este momento ocupa las instituciones.
Es un nacionalismo por lo tanto estatista, como lo ha sido desde la Renaixença del S XIX y que incluye expresiones como ERC (más bien estatista) o los ‘bolches’ de la CUP (no demasiado liberales). Y es un nacionalismo nutrido con todos sus mitos, mistificaciones, fanfarronadas, etc. y elementos sentimentales.
No obstante, es un estado de opinión legítimo, real y al que no podemos dejar de ningunear. Es un problema a abordar, pero sin soluciones mágicas.
2. Hay un elevado porcentaje de catalanes que se sienten españoles (incluso fanáticamente) o bien apuestan por soluciones federalistas; si bien es cierto que en este momento parecen estar en retroceso y tienen una influencia menor en la sociedad civil.
En este momento las cifras de apoyo a las diferentes opciones es incierta (dada la tendenciosidad de las diferentes encuestas), pero desde luego que son representativos y aunque fueran minoría (cosa discutible) creo que es un principio liberal el derecho de la minoría; cosa que ha ignorado la casta política catalana, por ejemplo con su política educativa discriminatoria contra el castellano (curiosamente la lengua en Catalunya más hablada EN ESTOS CRÍTICOS MOMENTOS).
3. No niego que a nivel popular una parte de los sentimientos sean de genuina autodeterminación personal, de reivindicación del espíritu emprendedor, responsable y cosmopolita clásicos de Cataluña. Pero estos se encuentran diluidos en el discurso hegemónico promulgado por sus dirigentes políticos. Y es que Miguel, no se puede establecer esa antinomia absoluta entre políticos, instituciones y sociedad civil. Los que se manifiestan se supone que creen, cuanto menos en gran porcentaje, a aquellos políticos en que delegan y aceptan sus paradigmas políticos y su mitología patriotera (Barça, Almogavers, Botiflers y Maulets).
4. Tu propuesta de autodeterminación implicaría la de L’Hospitalet, Cornellá, Badalona, Vall d’Aran, etc. respecto de Cataluña; o ya puestos de San Salvador o Torreforta de Tarragona. Cosa que por cierto, no agradaría demasiado a un hipotético ejecutivo nacionalista independiente, que no dudaría en utilizar cuerpos armados para restablecer LA UNIDAD de Cataluña. Esto solo me recuerda despropósitos históricos e histéricos como la Revolución Cantonal o la Guerra de la ex Yugoeslavia en el S XX. Marcos poco propicios al desarrollo del libre intercambio y el mercado.
Llegados ha este absurdo deberemos admitir un marco estatal legal mínimo consensuado, un acuerdo práctico, que defina marcos de soberanía.
Y en definitiva la autodeterminación personal no es lo mismo que la de un estado o nación, pues solo puede desarrollarse en un marco legal que impliquen más personas. Siempre nos quedará la opción de emboscarnos, pero no creo que sea nuestro objetivo.
5. Tampoco deberíamos minusvalorar la peligrosa influencia de las ideas demagógicas y extremistas que se pueden incubar al calor del proceso soberanista. ERC siempre ha sido socialdemócrata a nivel económico, pero que ha abrazado posiciones extremistas e incluso insurreccionalistas en relación al programa nacionalista puede adoptar un discurso demagógico y populista en respuesta al descontento social que provoca la crisis. Pero una corriente en peligroso ascenso que me parece que no es suficientemente advertida son las representadas por las CUP (Candidaturas de Unitat Popular) de una ideología 'marxista-leninista' afín al discurso 'abertzale' (nunca han negado su simpatía mutua), que vienen de un movimiento político que engendró el grupo terrorista 'Terra Lliure' al que siguen reivindicando y que ejerce de mamporrera en la Universidad Catalana para todo aquel disidente de su discurso liberticida. Las encuestas les otorgan actualmente 6 escaños en una hipotéticas elecciones al Parlament y me consta que tienen influencia entre la juventud.
6. Hay que caer en la cuenta de que el proyecto nacionalista catalán tiene un objetivo a más largo plazo: la independencia no solo del 'Principat de Catalunya' (la Cataluña real) sino que busca incorporar los irredentos 'Països Catalans'. Esta claro que el objetivo principal en estos momentos es poner el acento estratégico en el 'Principat', pero no se renuncia a el y dicho expansionismo puede ser fruto de tensiones y conflictos permanentes, incluso en un 'Principat' independiente.
Y es que aunque el se presente como victimísta, de 'nación y oprimida' y por ende de liberador, cualquier nacionalismo, alcanzada una posición no dudará en aumentar la dimensión de sus demandas y adoptará una actitud expansionista e incluso imperialista.
7. Finalmente, me remitiría a la actitud que cabría adoptar desde un punto de vista liberal coherente. En última instancia, si una mayoría cualificada de la población en Cataluña quiere independizarse y ello provoca una reacción armada del Estado los liberales deberíamos denunciarla e incluso dar por finiquitada la posibilidad de una reunificación con España. En caso contrario la postura de definirse como no-nacionalista quedaría como una impostura flagrante. Pero antes de llegar a un escenario extremo, creo que es legítimo reivindicar en unionismo en base a argumentos racionales, como he intentado hacer en este pequeño opúsculo y buscar civilizadamente soluciones que respeten tanto las libertades de las mayorías como de las minorías, como podría ser una solución federal, basada en lo posible en los modelos que nos aportan las naciones civilizadas.
5. Tampoco deberíamos minusvalorar la peligrosa influencia de las ideas demagógicas y extremistas que se pueden incubar al calor del proceso soberanista. ERC siempre ha sido socialdemócrata a nivel económico, pero que ha abrazado posiciones extremistas e incluso insurreccionalistas en relación al programa nacionalista puede adoptar un discurso demagógico y populista en respuesta al descontento social que provoca la crisis. Pero una corriente en peligroso ascenso que me parece que no es suficientemente advertida son las representadas por las CUP (Candidaturas de Unitat Popular) de una ideología 'marxista-leninista' afín al discurso 'abertzale' (nunca han negado su simpatía mutua), que vienen de un movimiento político que engendró el grupo terrorista 'Terra Lliure' al que siguen reivindicando y que ejerce de mamporrera en la Universidad Catalana para todo aquel disidente de su discurso liberticida. Las encuestas les otorgan actualmente 6 escaños en una hipotéticas elecciones al Parlament y me consta que tienen influencia entre la juventud.
6. Hay que caer en la cuenta de que el proyecto nacionalista catalán tiene un objetivo a más largo plazo: la independencia no solo del 'Principat de Catalunya' (la Cataluña real) sino que busca incorporar los irredentos 'Països Catalans'. Esta claro que el objetivo principal en estos momentos es poner el acento estratégico en el 'Principat', pero no se renuncia a el y dicho expansionismo puede ser fruto de tensiones y conflictos permanentes, incluso en un 'Principat' independiente.
Y es que aunque el se presente como victimísta, de 'nación y oprimida' y por ende de liberador, cualquier nacionalismo, alcanzada una posición no dudará en aumentar la dimensión de sus demandas y adoptará una actitud expansionista e incluso imperialista.
7. Finalmente, me remitiría a la actitud que cabría adoptar desde un punto de vista liberal coherente. En última instancia, si una mayoría cualificada de la población en Cataluña quiere independizarse y ello provoca una reacción armada del Estado los liberales deberíamos denunciarla e incluso dar por finiquitada la posibilidad de una reunificación con España. En caso contrario la postura de definirse como no-nacionalista quedaría como una impostura flagrante. Pero antes de llegar a un escenario extremo, creo que es legítimo reivindicar en unionismo en base a argumentos racionales, como he intentado hacer en este pequeño opúsculo y buscar civilizadamente soluciones que respeten tanto las libertades de las mayorías como de las minorías, como podría ser una solución federal, basada en lo posible en los modelos que nos aportan las naciones civilizadas.
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