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Llora por mí, Argentina.

A los familiarizados con este código, las representaciones gráficas nos revelan la realidad de una forma mucho más intuitiva y directa que cualquier expresión verbal. Y en este caso las expresiones verbales no pueden ir sino seguidas del signo de admiración correspondiente. Aún admitiendo las limitaciones del PIB para diagnosticar el éxito económico de una nación, no podemos negar la evidencia: 40 grados de fiebre son un indicador claro de enfermedad. Y en esta comparativa entre España y Argentina desde el principio de siglo XX no he podido encontrar sino datos reveladores, por lo menos para mi que los desconocía. La gráfica en cuestión ha sido tomada del blog del economista José Carlos Díez, al que dificilmente podemos catalogar como un integrista de mercado.


A los neófitos en Matemáticas les aclararé, en descargo de Argentina, que no todo descenso en esta "cordillera" gráfica supone por necesidad un descenso de la renta per cápita del país austral; puede explicarse por un mayor incremento en la de España. Hecha esta aclaración la conclusión general es demoledora: aquella Argentina, que fue otrora granero del mundo y que recibió la inmigración de bastantes de nuestros compatriotas en la postguerra (entre ellos familiares míos), que no solo por razones políticas sino en busca de prosperidad económica cruzaron el charco, aquella no es lo que fue. Desde principio del siglo XX hasta su mitad su renta per cápita osciló entre vez y media y dos veces y media la de España; considerablemente más rica. Pero estas posiciones se van a invertir: desde mitad de siglo XX hasta la actualidad ha descendido sin apenas tregua, entre 1970 y 75 nos pusimos a la par y hacia 1990 comparativamente se hunde su renta per cápita a tan solo la mitad de nuestra. Desde entonces pequeñas subidas y bajadas, con un mínimo en el año del corralito.

¿Qué podemos interpretar a través de cada una de las inflexiones de nuestra "sierra"? Aquí ya debemos relacionar con la historia y la política y juzgar, no simplemente limitarnos interpretar una gráfica que podría ser tanto de economía como de hidrología de la cuenca del Paraná. Y en esta ocasión no evitaré tomar partido "hasta mancharme".

Es poco antes del 50, cuando después de haber alcanzado su máximo histórico emprende Argentina el camino hacia las profundidades. Recordemos quien gobernaba el país en dichas fechas: el inefable General Perón asistido por Evita y sus "descamisados". Admitiendo que su primer mandato no fue del todo mal, en perspectiva, el éxito de toda la verborrea demagógica y antiimperialista de nuestro simpar General y su señora es más que discutible a no ser que valoremos como tal la destrucción y no precisamente "creativa". No es menos dolorosa la vía emprendida tras la "Revolución Libertadora" de 1955, que innagura una alternancia de gobiernos civiles interrumpidos incansablemente por golpes de estado militares, un descrédito mayúsculo de esta élite político-militar y una desesperación de las capas populares que tiene su explosión en el Cordobazo de 1967. Y seguimos con en retorno de Perón en el 73 aupado sobre hombros de Montoneros y entre humo de "guerrilla urbana" y con Montoneros decepcionados acribillados por el siniestro ministro Lopez Rega "el Brujo", con el golpe militar del 77 y la brutal dictadura de los "vuelos de la muerte", los desaparecidos y su desesperada "huída hacia adelante" en la Malvinas, que sería su tumba.

El trágico desenlace de la guerra de las Malvinas me trae recuerdos de jóvenes reclutas confesándo y comulgando antes de partir a una posible muerte; y algunos de ellos no volvieron, abierta la yugular por un cuchillo de gurka del British Army o sepultados en el casco de General Belgrano, cuando la guerra ya estaba perdida, y esto último no se lo perdono a la Thatcher, le pique a quien le pique.
Como contrapartida, la derrota argentina provocó un rápido descrédito de la Junta Militar y la vuelta a la democracia en el año 83, con la presidencia de Raúl Alfonsín, un tipo que me resulta simpático sin ser un especialista en las políticas que desarrollara, y desde entonces la economía argentina ha atravesado todo tipo de vicisitudes, pero los tiempos de las dictaduras parecen superados, aunque no así los del peronismo, los piqueteros y las Camporas, por desgracia.


Y sin embargo, es hoy considerada Argentina una potencia emergente a nivel global y nivel de América Latina. Esperemos que CFK, el  nuevo avatar del recurrente cataclismo peronista, no destruya nuevamente las esperanzas de nuestros primos de ultramar; pero sus últimas derivas y desaguisados económicos y políticos no apuntan en buena dirección, a no ser que el pueblo argentino sepa deshacerse del yugo; es de hecho responsabilidad del pueblo la elección de sus gobernantes y posiblemente una parte de la población no ha logrado desempalagarse de la golosina populista y sus soluciones "fáciles". Y eso que no estamos últimamente los "gallegos" para dar lecciones, sino para aprender las lecciones de la historia: ningún pueblo puede dormirse sobre sus laureles y dar por sentada su posición en el mundo, sobretodo si minusvalora y malgasta su legado en un escenario de proyectos fatuos y retórica sin sustancia.
De un "gallego" de bien a mis hermanos argentinos, para que ambos consigamos salir airosos, puesto que potencial lo tenemos.




Platypus

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